Mariana Martínez Columnista, BBC Mundo |
Cuenca, ubicada al sur de Ecuador y con unos 350.000 habitantes, es una ciudad que se está quedando sin hombres.
Y no precisamente porque la naturaleza haya querido dotar a ese lugar del planeta con el nacimiento de más mujeres que hombres, sino que las necesidades económicas y la premura por buscar mejores horizontes así lo han querido.
Al igual que otras ciudades en América Latina y el Caribe, como por ejemplo, Concepción Las Minas, municipio de Chiquimula, ubicado a 215 kilómetros de la capital de Guatemala, o el estado de Oaxaca, en sureste de México; en Cuenca, las mujeres son las que resuelven quedarse y llevar adelante las riendas del hogar mientras los hombres emigran para obtener mejores ingresos.
"Aquí (en Cuenca) ya ningún hombre camina por las calles", dijo Matías Zibell, amigo y colega de la BBC, en su blog semanal y durante la producción de tres programas especiales de BBC Enlace sobre la migración en Ecuador; e indiscutiblemente está en lo cierto.
Desintegración familiar
"El mío se fue a los Estados Unidos hace como seis años, después de la llegada de los dólares y por la crisis", me explica Aguida, una mujer cuencana de unos 40 años, refiriéndose a su esposo, quién emigró poco después de la dolarización de la economía ecuatoriana en 2000 y del que ya no sabe sobre su destino.
Según Aguida, al comienzo, todo iba bien. "Llegó a los Estados Unidos en menos dos meses. Ya sabe", me dice Aguida, "por lo que le pagamos al chulquero (prestamista) y el coyote que lo pasó por Guatemala, luego México, hasta que llegó. Nos envió dólares por un tiempo, como US$ 150 por mes, de lo que ganaba de su trabajo en el campo, pero luego fue dejando y ahora ya no envía nada."
"Otra familia tendrá y se habrá olvidado de nosotros", me explica Aguida con una mezcla de tristeza y enojo al mismo tiempo, mientras continúa vendiendo dulces y confites tradicionales en la vía pública.
Historias como las de Aguida abundan en Cuenca; de mujeres, mayormente de estratos sociales medios y bajos, que han quedado solas -ya sea por un tiempo o para siempre- debido a que sus esposos, hermanos y parientes masculinos han optado por emigrar en busca de mejores oportunidades.
Un viaje costoso y difícil
Según datos de la Encuesta de Mercado Laboral de 2003, elaborado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en Cuenca predomina la migración masculina debido a que ésta se dirige en su mayoría a Estados Unidos, a través de canales peligrosos y de mucho riesgo.
Eso hace que la mayoría de las mujeres desistan de migrar y opten por quedarse a cargo del hogar, muchas veces, de los niños y adultos mayores, administrando las remesas que envían los hombres.
Flacso calcula que el 66,9% de los que emigran en Cuenca son hombres y el 33,1% son mujeres, algo que no ocurre en Quito y Guayaquil, donde la migración es casi pareja, pero donde las mujeres eligen fundamentalmente a España a la hora de emigrar.
Gracias a esta migración, Ecuador recibió US$ 2.500 millones en remesas en 2006, según datos preliminares del Banco Central de Ecuador, cifra que representa el 6,9% del Producto Interno Bruto (PIB) y el 45% de las exportaciones de petróleo del país.
El "chulquero" y el coyote
Para emigrar, aquellos que lo hacen a Estados Unidos sin documentación legal y que en su mayoría pertenecen a la población rural, deben pagar grandes sumas de dinero a los "chulqueros", como se le llama a los prestamistas locales y que no pertenecen al sistema financiero formal, y que cobran altísimas tasas de interés a cambio de un pequeño préstamo.
Un total de US$6.000 costó, según Aguida, el viaje de su marido por Guatemala y la frontera de México y que la única forma de obtener el préstamo fue a través del "chulquero", quién después no quiso entender que su marido no envía más dólares y que por eso llegaron las complicaciones.
"Si no se paga, se pierde lo poco que se tiene", me explicó Aguida asegurando que perdió su casa a manos del "chulquero".
Las asociaciones religiosas de la zona denuncian que por estos préstamos, los más pobres y con menos educación, contraen gigantescas deudas ¿entre US$ 5.000 y US$ 15.000-para las que hipotecan casas y terrenos, y dejan como garantes a miembros de la familia, que luego son extorsionados sin importar si el emigrante llegó o no a su destino final, o si envía o no remesas.
Tristemente, la realidad de Aguida se repite como espejo en cada esquina de Cuenca y la ciudad parece condenada a vivir con familias desintegradas, cada día con menos hombres y con más mujeres luchando para sacar adelante su hogar.
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